domingo, 31 de enero de 2010

Agustin Centelles, el Robert Capa español

En el Centro de Arte de Santa Mónica se clausuró hace unos días la exposición de fotografía de la estancia de Agusti Centelles en el campo de concentracion de Bram, sur de Francia) después de acabada la Guerra Civil española.
La exposición recogía una muestra de las más de 600 fotografías realizadas por Centelles en el campo de concentración y su diario personal, en el que exponía sus amargas reflexiones por cómo una democracia europea acogía a los que habían luchado contra el fascismo en España, en defensa de un gobierno legal y democráticamente constituido.






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La exposición recoge el degradante día a dia de los prisioneros del campo, el trato que reciben, pero también la humanidad de estos y sus esfuerzos por no decaer en su lucha por la vida.
Centelles había fotografiado con su Leica la vida en Barcelona en la contienda y las batallas de Belchite y Teruel.






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Algunas de las mejores imágenes que mi memoria identifica con la Guerra Civil son suyas.
Durante estos días he estado rememorando todos mis recuerdos sobre mi relación juvenil con "la Guerra": como su silencio se extendió sobre mi infancia y se nombraba, pero no se podía hablar de ella, de la recuperación de la memoria, con los relatos que luego mi abuelo y mis padres me fueron haciendo y las lecturas obsesivas de mi juventud de todo aquello que llegaba a mis manos sobre este tema y de las mil cábalas sobre "Por qué perdimos la guerra".
El diario de Centelles demuestra una enorme dignidad personal y moral y entristece pensar cómo unos políticos impresentables (los actuales) han podido gestionar tan lamentablemente su legado, con un desprecio absoluto sobre su obra durante años y años y un intento de apropiacion de su obra o de presentarlo como mal patriota. Una generación de políticos que no han tenido, como Centelles, que arriesgar su vida por la democracia en España y Cataluña.

martes, 12 de enero de 2010

Juan Ramón Jiménez y Albert Camús

La reciente publicación de la edición ampliada de “Guerra en España”, de Juan Ramón Jiménez (por Soledad González Ródenas) y el quincuagésimo aniversario de la muerte de Albert Camus (4 de enero) ponen de manifiesto la enorme dificultad de mantener una postura personal al margen de las modas y corrientes al uso.
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Juan Ramón Jiménez es visto por los dos bandos enfrentados en la Guerra Civil Española como un personaje pequeño burgués, pusilánime, esteticista, sin un compromiso militantemente abierto como Alberti o Hernández. A pesar de ello, Juan Ramón expresa su opinión clara y comprometida (no mezclada, eso sí, con su lenguaje poético) y mantiene posturas vitales de solidaridad y ayuda, en la guerra y en el exilio.
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Albert Camús representa mejor que nadie el desencanto con las directrices totalitarias y de control universal que la URSS impulsa en todo el mundo. Su defensa de la autonomía nacional de cada partido para realizar análisis y estrategias propios, que desemboca con su abandono del partido, le valen la campaña en contra suya que JP Sartre encabeza (JPS, con tantas contradicciones luego desveladas por Simone de Beauvoir...).
Su postura ante la guerra de liberación argelina, crítica con el imperialismo francés y el terrorismo argelino, le valió en Francia la virulenta reacción del populacho.
El tiempo, en cambio, pone a cada uno en su sitio: la integridad moral de la conducta e ideas, la independencia ideológica y los análisis ponderados y críticos que realizan, le valen hoy el reconocimiento justo de la aportación de ambos a la cultura del siglo XX.
Pero las contradicciones son inevitables: el 50 aniversario de la muerte de Camús y este nuevo ola de “grandeur” que agita en Francia su presidente propiciaran intentos de apropiación de una figura tan independiente…

sábado, 2 de enero de 2010

FotoPress 09

En estos días he ido a ver la exposición de fotografía del FotoPres 09, en el CaixaFórum.
En principio era para ir Ros, Enri y yo, pero luego nos fuimos prácticamente toda la familía, que pasaba las fiestas con nosotros.
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La imagen de institucional de la exposición pertenece a Emilio Morenatti, ganador del primer premio, por una serie de retratos de mujeres víctimas de la violencia machista, con sus rostros quemados por el ácido.
Las mujeres tenían todas entre quince y veinticinco operaciones de reconstrucción del rostro y aun así era difícilmente soportable la visión de aquellas caras...La última foto de la serie, la de la única que no se había operado, resultó prácticamente imposible de contemplar para, según pude observar un buen rato, la mayoría de los visitantes.
El propio Morenatti sufrió este verano pasado en primera persona la violencía que tantas veces ha reflejado en su crónicas: un ataque a un convoy en el que viajaba le ocasionó la amputación de un pie...
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Walter Astrada, con el trabajo “Violencia postelectoral en Kenia” refleja el odio y el miedo en la mirada de sus personajes. La mirada de este niño paraliza la sangre.
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La serie de Mikel Aristregui sobre alcohol/drogas/desamparados de Mongolia resulta estremecedora.
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El trabajo de Marta Ramoneda, sobre la cotidianidad de la comunidad de transexuales en una república islámica fue el que me resultó más atractivo: imágenes sórdidas, bufonescas, que reflejan tragedia, soledad, transgresión, melancolía, con una composición certera y unos intensos colores hiperrealistas, de otra época...