Aquí están, en la última
roca, agreste, de Europa, que se adentra en al mar densamente azul.
Los romanos y los pueblos
que habitaban estos lugares antes de su llegada veían en su horizonte, al
atardecer, el abismo.
Un hombre los dejó
cuidadosamente colocados sobre su camisa, mirando al mar, en el fin de la tierra. Al final del día contemplaran
como el Sol se esconde en el océano y tiñe las aguas de rojo.
Los verdes y lluviosos
valles navarros, de suaves colinas; la rojiza llanura riojana, salpica de
oteros y viñas; la inmensidad castellana, dorada y solitaria; la altiva
entrada a la verde olla del Bierzo y la dura salida hacia las tierras gallegas,
plenas de constantes y verdes valles no acabaron con su determinación: llegar hasta el final.
Tampoco lo rindieron el
cierzo persistente de los primeros días, ni los aguaceros duros y fríos de
finales de primavera, ni el sol abrasador de los trigales castellanos, ni los
agotadores valles galaicos.
Ha llegado al final de su
viaje. Quizás era el largo viaje, el tiempo que debía emplear y encontrar el sentido,
perdido de su vida, el objetivo.
No está cansado después
de estos dos agotadores meses, de extenuantes caminatas diarias, con el viento,
la lluvia y el calor como compañeros inseparables.
No ha llegado harto al
final, ni ha sentido liberación después concluir un camino que empezó sin
valorar las dificultades que debía de superar. No ha arrojado de forma
descuidada la camisa y los playeros. Ni de manera violenta. Ha dejado la camisa
caer sobre la roca y ha colocado los playeros ordenadamente sobre ella, para
que el viento no se la lleve antes del atardecer y la Luna recoja su
sufrimiento y sus sueños.
Posiblemente se quedó un
largo rato, absorto, contemplando el mar y repasando estos dos últimos meses,
sin decidirse a dar media vuelta para reanudar su quehacer cotidiano…
¿Habrá resuelto sus
dudas? ¿Acaso estos dos meses no han sido más que un paréntesis y deba de
afrontar la verdad mientras vuelve a su casa?¿La verdad será la misma a la
vuelta?
Es mediodía. Hay una luz
muy dura y demasiada gente intentando llevarse un recuerdo efímero del fin de
la tierra… La foto me saldrá mal…Pero algo me empuja a encuadrar y disparar;
posiblemente sus pensamientos que se han quedado aquí, en el viento.
Me alejo lentamente, subo
al coche y bajo despacio al pueblo. Pido un ribeiro para comer, lleno la copa y
la levanto, por ti, hombre desconocido, pero que ya quedarás para siempre en mi
memoria geográfica.